Hace algún tiempo, extrañaba un par de carcajadas y palabras inigualables, extrañaba conversaciones con extraños sobre cosas que no son nada. No esperaba encontrarme en un lugar no cotidiano; luego cambiaron los sujetos y cambiaron los lugares, pero se mantienen algunos sentimientos miserables: ya no siento muchas cosas que he ido dejando en el camino para quitarme el peso; ya no recuerdo olores ni sabores que antes me configuraban la vida; es la piel quemada por el frío que pierde su sensibilidad, su tacto, su humanidad.
Es entonces, cuando aparece un dulce de frambuesa entre otros de licor que no me gustan a pesar de que nunca los he probado! Pasan los trenes y me doy cuenta que existe un mundo paralelo de seres distintos; he leído un montón de libros de pensamientos diversos, y aún así sigo creyendo en los míos. Remo en un océano ingenuamente hasta "llegar al horizonte". Estoy muy naranja para ser verde, pero aún así todavía demasiado lejos del rojo.
Ahora puedo asimilar que nunca leí entrelíneas a pesar de encontrarme a centímetros: "Dentro de nuestras actas aparece que sirves para todo, con tus niveles..."; así me orientaron, así crecí. Ese fue el vaticinio que desembocó un sistema de años y años... y ahora se derrumba, como mis ídolos y sus ídolos: mil cosas que no decían nada, amargo trago que se digiere tardío.
Poco se puede hacer ahora, el plato ya está servido. Me disculpan si a ratos quiero levantarme de la mesa, es sólo por un momento breve. Dudo mucho que sea capaz de dedicarme al ayuno, nunca me he atrevido, me lo impide un miedo tan grande como el de guardarme un abrazo predestinado.
Tal vez si tan sólo me quedara aquí, sentada en este pedacito de nube, mirando la lluvia caer por debajo.
viernes, 29 de junio de 2007
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